Campanas de Libertad

Honeste vivere, alterum non laedere, suum cuique tribuere.

07 abril 2007

Memoria histérica.

¿A qué viene reivindicar a estas alturas “el espíritu de la II República”? Creo que la crispación innecesaria que el camión de mudanzas del señor Rodríguez Zapatero descargó en Moncloa hace tres años se la podía haber dejado en su casa, o mejor, en la de su abuelo. La historia del PSOE está plagada de despropósitos y salidas de tono, basta con ojear sus propios medios de comunicación: “El Socialista” y “Renovación”. Pero en estos años estamos comprobando que todavía no conocemos cual será el límite de sus excesos.

Durante la II República los objetivos del PSOE eran incluso mucho más ambiciosos que los del propio PCE. Lean como ejemplo los discursos del socialista Indalecio Prieto: “Podemos controlar, en fecha inmediata, los destinos políticos del país. […] Somos marxistas, seremos marxistas, y únicamente podemos dejar de serlo cuando muramos” (6/2/1934).

Repasen las violentas arengas del diario socialista Renovación animando a la guerra: “¡Camaradas! ¡Lucharemos contra todo y contra todos hasta implantar el Socialismo! […] ¡Por la insurrección armada! […] ¡También los obreros saben manejar ametralladoras! Los obreros no esperan nada del Palacio Nacional, de las Cortes, de los republicanos. Lo esperan todo de la revolución social, del Partido Socialista” (16/9/1934).

Vean los panfletos pro-dictadura que el PSOE repartió el 16 de octubre del 34 por las calles de Oviedo: “Nuestra revolución sigue su marcha ascendente. Organizamos sobre la marcha el Ejército Rojo. En pie de Guerra, hermanos, el mundo nos observa. Rusia, la patria del proletariado, nos ayudará. ¡Viva la dictadura del proletariado!”.

El socialista Largo Caballero –tan admirado por Zapatero- explicaba así sus objetivos en Murcia: “Tenemos que recorrer un periodo de transición hacia el Socialismo integral, y ese periodo es la dictadura del proletariado […] ¡Templad el ánimo para la batalla! […] El solo hecho de que haya una mayoría burguesa en el Parlamento es una dictadura” (15/11/1933).

El PSOE tiene muchos años de historia, y es preciso leerla para comprender lo que le pasa al señor Rodríguez Zapatero por la cabeza. Odio, rencor y venganza. La II República fue sinónimo de violenta anarquía y laicismo extremo. Un desastre para el pueblo español que, sin quererlo, tuvo que presenciar un sinfín de asesinatos por las calles de las principales ciudades españolas. Y es que, antes de que Franco “comenzara la guerra”, el PSOE ya había iniciado no pocas batallas contra la Iglesia y las clases más pudientes.

Acabada la dictadura, llegó la Transición y una vez más se demostró que el propio Partido Comunista era mucho más moderado que el Partido Socialista Obrero Español. Los comunistas supieron pactar con la derecha temas esenciales para sacar al país adelante, al PSOE no le quedó otra opción que aceptar esos pactos a regañadientes.

Luego, con la llegada de Felipe González parecía que se habían calmado los ánimos. Pero ahora, con este inquilino en La Moncloa, el radicalismo de la izquierda en general parece que se acrecienta a medida que transcurren los días y la crispación interesada promovida por los nacional-socialistas ha hecho que muchos retrocedan al discurso cainita que ya se dio en la II República.

Escribo todo esto para introducir mi respuesta al artículo que apareció publicado en el pasado número del presunto Crisol: estaba firmado por el señor Julián Galindo y, por el título, yo creí que iba a explicarnos cuales eran los efectos secundarios del abuso de la viagra.

Existe una clarísima diferencia entre los conceptos amnistía y amnesia. Fonéticamente son muy similares, pero ni mucho menos significan lo mismo. La Historia en no pocas ocasiones nos obliga a pasar página: la amnistía para todos fue la clave principal de la ejemplar Transición española. Pero nunca debemos olvidar lo que pasó, conociendo el pasado nos aseguramos un futuro mejor: la amnesia colectiva y los intentos de manipulación de la historia sólo sirven para hurgar más en la herida. Perdonemos, sí, pasemos página, sí, pero no intenten ahora cambiarnos la historia inventando cuentos chinos. En fin, intentaré ser breve y esquemático. Señor Galindo:

PRIMERO. Debo decirle que nunca hubiera imaginado que un texto escrito con tan mala educación y de forma tan soez estuviera firmado por usted. Creo que Francisco Sempere Botella se merece una inmediata disculpa. Y no me estoy refiriendo en este punto ni al contenido de su artículo ni a ningún posicionamiento político de uno u otro lado. Sinceramente, opino que es imprescindible comportarse como personas civilizadas en todos los ámbitos de la vida. Para soltar exabruptos e insultar a los que opinan de manera diferente ya nos sobra con Joaquín Sabina o Pilar Bardem.


SEGUNDO. Dice usted que los que asaltaron la ermita de Torrellano fueron “un grupo de ignorantes llenos de vino hasta las cejas”.

¡Qué casualidad! Será una coincidencia: también quemaron la Basílica de Santa María de Elche, la Iglesia de San Juan del Raval y creo que el resto de ermitas de las pedanías ilicitanas.

Pero es imposible entrar en muchos detalles. Harían falta muchas páginas para enumerar todas las Catedrales, Iglesias, Conventos, hospitales, seminarios y colegios religiosos que fueron chamuscados o derruidos en esos días. Serían necesarios metros y metros de papel continuo para escribir la lista de los más de siete mil sacerdotes y monjas que fueron asesinados en toda España por negarse a apostatar de su fe cristiana.

Y según usted fueron, repito, “un grupo de ignorantes llenos de vino hasta las cejas”. Lo de ignorantes no lo pongo en duda. Lo de borrachos, en fin, al menos eran unos borrachos muy bien organizados. Consiguieron sembrar de muertos las calles de media España y lo hicieron en muy poco tiempo. Lo que me lleva a la conclusión de que no eran unos pocos borrachos, debieron ser muchos borrachos. Una bacanal de borrachos que celebraban sus fiestas quemando iglesias y violando monjas.

Vamos, que se lo pasaban en grande. ¿Qué bebían? ¿Vodka de su amada Rusia? Con que los que quemaron la ermita fueron unos borrachos. ¡Ay, ay, ay! Menudo intento de manipular la historia. No sabían lo que hacían, pobrecitos borrachos.

Calvo Sotelo explicó la situación de esta manera: “esculturas de Salzillo, magníficos retablos de Juan de Juanes, lienzos de Tiziano, tallas policromadas, obras que han sido declaradas monumentos nacionales, como la iglesia de Santa María de Elche, han ardido en medio del abandono, cuando no de la protección cómplice del gobierno”. La izquierda le contestó con gritos en la sala: “¡Para la falta que hacían!”.

“Un grupo de ignorantes llenos de vino hasta las cejas”. ¡Ja! También Azaña calificó de “tonterías” la oleada de incendios, pero Calvo Sotelo no dudó en reprocharle: “Nunca, señor Azaña, nunca se puede calificar así el incendio de un templo”.

Al igual que los primeros cristianos eran devorados por los leones mientras daban ejemplo de su fe, durante la II República los católicos españoles eran asesinados a manos de los sublevados contra la legalidad democrática y sus cuerpos se amontonaban en conventos, iglesias, plazas y calles. Pero la mayoría morían abrazados a su fe, sin dejarse dominar por los que se oponían a la libertad de pensamiento.

Como bien explica Pío Moa, “la presunción de una religiosidad formulista y hueca choca con la evidencia de las víctimas, que muy a menudo aceptaron el tormento y la muerte antes que renegar de sus creencias, y lo hicieron perdonando expresamente a sus asesinos. Los célebres versos de Claudel sobre los miles de mártires "y ninguna apostasía" parecen reflejar bastante bien la realidad. [...] A menudo se ofrecía a las víctimas salvarse a condición de que hicieran algún acto simbólico contra la religión, como pisotear un crucifijo, o blasfemar. Sea cual sea el punto de vista con que se trate el hecho, está claro que al menos para un sector amplio de los católicos su fe no era superficial”.


TERCERO. Según su escrito “¡aquellas personas no robaron nada!”. Pues menudo lugar elegían estos amigos borrachos para ir a correrse las juergas. Después de la fiesta ¿qué hacían, rezaban un rosario?

Pero, claro, tiene usted toda la razón. Lo de arrancar la campana de la ermita y arrastrarla por las calles de todo el pueblo no es robar. Su verdadera intención era sacarla en romería ¿verdad?

Según tengo entendido, y seguro que algún lector de la revista nos lo podría aclarar, no robaron nada porque ya no quedaba nada. Alguien (¿el alcalde?) avisó de lo que se estaba preparando y los vecinos consiguieron salvar lo que pudiera haber de valor.


CUARTO. Escribe que “en aquella época no podíamos expresar ni escribir nuestros pensamientos” y que “hoy que todo el mundo puede, a mi, todavía me da temor hacerlo”.

No tema, amigo Julián. Nadie va a entrar a quemar su casa, como hicieron con la ermita. Tampoco creo que ninguno se atreva a rasurarle la cabeza y arrastrarle por el suelo, como hicieron con la Purísima esos supuestos borrachos.

Libertad, libertad. Se les llena la boca hablando de libertad. Pues sepa usted que hoy no todos podemos escribir lo que pensamos. Sepa usted que en este presunto Crisol también se censuran artículos: míos ya van dos, y desconozco si han censurado a más personas. Le escribo estas letras sabiendo que no me las van a publicar –¿quizá sí? ¡será por lo del talante!-.

Sepa usted, señor Julián, que si para algo ha servido la publicación de su artículo ha sido para demostrar que, precisamente en el Crisol, no existe libertad de prensa sino todo lo contrario: sectarismo político interesado. ¿Cómo explica usted que el artículo suyo no sea censurado y los míos sí? ¿eso también es libertad? ¿acaso debería tener miedo?


QUINTO. Sobre el enterramiento de don Vicente Dimas a los pies de nuestra Patrona, la Purísima Concepción, creo que debería informarse un poco antes de juzgar tan a la ligera y hacer comentarios tan hirientes y poco afortunados. Quizá debiera leer el testamento del Padre Dimas, tan querido en Torrellano.

Además, señor Julián, bajo ningún concepto, pretenda autoproclamarse como portavoz del pueblo, y muchísimo menos, de la Parroquia. Torrellano ya tiene suficiente con soportar que la elección de su alcalde pedáneo se realice a dedo desde las ventanas del Ayuntamiento de Elche sin respetar los resultados de las urnas que los torrellanenses llenamos cada vez que hay elecciones. Sólo faltaba que aparecieran ahora nuevos caudillos pretendiendo representar nada más y nada menos que a los sentimientos de todo un pueblo.

Raúl Sempere Durá

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03 abril 2007

Ser madre. Nacer.

La vida es el don más precioso que el creador nos ha regalado. El derecho a la vida, es anterior a otros derechos tan fundamentales como el derecho a una vivienda digna y a una buena alimentación. Incluso atenciones tan necesarias como la sanidad y la enseñanza quedan en nada si antes no se ha alcanzado el derecho a la vida. En torno a éste podemos resaltar diferentes aspectos que convergen entre si para alcanzar una meta: el comienzo de una nueva vida. Nos referimos al embarazo, al parto y a la recuperación posparto.

1.- Ser madre. La salud materna requiere una atención especial durante el embarazo para que el niño que lleva en su seno llegue sano y salvo al precioso instante del alumbramiento sin que corra peligro la vida de ninguno de los dos.

2.- Nacer. El momento del parto, aun siendo el más traumático para madre e hijo, es el ‘menos complicado’ de atender: la naturaleza es sabia y el instinto materno es fuerte. Sin embargo es preciso tener en cuenta las condiciones de salubridad de los utensilios y del lugar para evitar infecciones innecesarias.

3.- Vivir. Mucho más importantes son los cuidados para que la recuperación posparto llegue a buen término, tanto la madre como el niño ya nacido necesitan ser atendidos como es debido en estos primeros momentos tan delicados y decisivos. A este respecto debemos resaltar que el 70% de las madres que mueren en las zonas más pobres de Perú lo hacen entre la primera y la segunda semana después del parto.

Parece que desde nuestra civilización todas estas reflexiones sean de tal obviedad que no merezcan ninguna mención. Sin embargo, en los países más pobres, cuando corre peligro la vida de la madre o la del niño, queda demostrado que los avances técnicos y médicos actúan como verdaderos ángeles de la guarda salvavidas. Recientemente hemos conocido un claro ejemplo de ello en un país rico.

El pasado 24 de octubre de 2006 nació en Miami (EEUU) una niña con sólo 22 semanas de gestación. Amillia Taylor pesó 283 gramos al nacer y midió 241 milímetros, el tamaño de un bolígrafo. Los médicos no tenían mucha esperanza en que pudiera sobrevivir debido a los problemas respiratorios y a una leve hemorragia cerebral. Pero Amillia se empeñaba en respirar, quería vivir. Todo un milagro y un ejemplo de lucha por la supervivencia que no hubiera sido posible en ningún país subdesarrollado con carencia de medios técnicos: si el lugar elegido por Amillia para nacer hubiera sido cualquier poblado Alto Andino del Departamento de Ancash, donde Mapayn Mundi actúa, la niña sin duda estaría muerta, y la madre habría sufrido las complicaciones de un parto tan prematuro.

Paradójicamente, en aquellos países civilizados en los que sí se dispone de lo necesario para salvar una vida tan frágil e indefensa, se permite el aborto legal de niños que tienen la misma edad que Amillia. Así, mientras en el Quirófano 1 de un hospital cualquiera nace un bebé de 22 semanas de gestación, en el Quirófano 2 del mismo centro se está practicando un aborto a una señora que lleva 22 semanas de embarazo.

Benedicto XVI no se cansa de repetir «que la verdad que Dios ha revelado sobre la persona humana, nos exige reconocer y proteger la santidad de la vida desde el primer momento de su concepción hasta su muerte natural».

Es triste, incomprensible, ¡de locos! Disponemos de preparación personal y técnica para salvar vidas y, sin embargo, parece que en los países ricos hemos perdido ese amor por la vida que sí tienen aquellas personas con dificultades para atender sus necesidades más elementales. ¿A cuántos niños con 22 semanas de gestación abortan los países ricos al día? ¿Cuántos niños con nacimiento prematuro mueren al día en los países subdesarrollados por no disponer de medios adecuados para su atención? ¿Cuántas madres de países en vías de desarrollo ven morir a sus hijos recién nacidos? ¿Cuántas de estas madres mueren durante el embarazo, el parto o ya en la recuperación posparto?

En todo el mundo celebramos el 25 de marzo el “Día del niño por nacer”, es el día en que María fue concebida por obra del Espíritu Santo, el día de la Anunciación a la Virgen. La fecha fue sabiamente elegida por la Iglesia Católica para recordarnos que la vida comienza exactamente en el preciso instante de la concepción: la Encarnación. Idea que posteriormente fue recogida por los legisladores de países como Perú, convirtiéndose en la Ley 27.654 de la República. Así, el 25 de marzo celebramos el “Día del niño por nacer” y nueve meses después, el 25 de diciembre, festejaremos el feliz día del “Nacimiento” a la vida.

El Perú exhibe una de las tasas de mortalidad infantil más altas de toda América Latina. Según la hermana Fedelina Berrú Peña, presidenta de la Comunidad Local de Administración de Salud CLAS Huacho, “en el Centro Poblado de Huacho de la Cuenca Alto Andina existe un elevado índice de mortalidad materna posparto y peri natal, llegándose a un promedio superior al 25 por cien”. Además, y desde su acreditada experiencia, asegura que este elevadísimo índice de mortalidad se debe “a que no se cuenta con los equipos necesarios para brindar la atención inmediata y adecuada a las pacientes gestantes y a los recién nacidos”.




El 92% de estas muertes neonatales en la primera semana de vida fueron a causa de enfermedades del aparato respiratorio, infecciones, encefalopatía hipóxico isquémica y malformaciones congénitas. Según los voluntarios que trabajan en diversos centros gestionados tanto por Mapayn Mundi como por otras organizaciones, estas muertes están principalmente relacionadas con la insuficiente atención inmediata al recién nacido, lo que demuestra que la mayoría de los hospitales peruanos no cuentan con la tecnología adecuada.

También un estudio de la fundación peruana Instituto Hipólito Unánue establece que “la mortalidad peri natal guarda relación inversa con el número de controles prenatales; ya que la posibilidad de detectar un factor que signifique riesgo peri natal para controlarlo y evitar daño al producto, sólo puede estar dado bajo un programado y adecuado control durante la gestación. La falta de control prenatal, es el factor más grave de alto riesgo, pues sólo la madre llegará en busca de asistencia tardíamente en el curso del parto, sin conocerse nada de ella, sin exámenes auxiliares, sin historia clínica, afectada en algunos casos con enfermedades intercurrentes, con complicaciones del embarazo ya establecida, distocias en marcha, etc.; todo lo cual puede ya definitivamente haber ocasionado daño irreparable al futuro recién nacido”.

Y si la esperanza de vida de los peruanos recién nacidos es baja, la situación de las mujeres de la Región Alto Andina de la cuenca del río Sechín tampoco es un camino de rosas a la hora de formar una familia. Se trata de mujeres pobres, con un bajo nivel educativo y una elevada tasa de fecundidad. Mueren dos mujeres al día debido a complicaciones en el embarazo o en el parto. Las principales causas son la hemorragia obstétrica, el aborto espontáneo, las infecciones y la hipertensión inducida por el embarazo; siendo la tuberculosis y la deficiente nutrición factores que también influyen indirectamente en el incremento de la mortandad materna.

Un elevado número de mujeres gestantes de la Municipalidad de Quillo no acuden a los escasos centros de salud ni para llevar un control de su embarazo ni en el momento de dar a luz. Las futuras madres de la zona no asumen como un hecho natural la visita al ginecólogo, y ese temor a que las reconozcan los médicos –a parte del miedo a no poder pagar el desplazamiento, al médico o las medicinas- es una de las principales causas de la elevada tasa de mortalidad de madres y bebés recién nacidos.

Está bien claro, para conseguir reducir los niveles de mortalidad materna e infantil es preciso mejorar la cobertura de calidad en los centros hospitalarios, urge crear unidades especiales para poder atender emergencias y complicaciones en embarazo y parto. Lo más importante es conseguir que todas las madres gestantes puedan acudir –y quieran hacerlo- a los controles prenatales periódicos. Algo tan sencillo y habitual como hacerse una ecografía puede salvar muchas vidas.



Artículo publicado en Mapayn Mundi, en Periodismo Católico, en el Diario Hispanidad, en Debate 21 y en Temas&Noticias, y en el Diario Digital Forum Libertas.

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