Memoria histérica.
Durante la II República los objetivos del PSOE eran incluso mucho más ambiciosos que los del propio PCE. Lean como ejemplo los discursos del socialista Indalecio Prieto: “Podemos controlar, en fecha inmediata, los destinos políticos del país. […] Somos marxistas, seremos marxistas, y únicamente podemos dejar de serlo cuando muramos” (6/2/1934).
Repasen las violentas arengas del diario socialista Renovación animando a la guerra: “¡Camaradas! ¡Lucharemos contra todo y contra todos hasta implantar el Socialismo! […] ¡Por la insurrección armada! […] ¡También los obreros saben manejar ametralladoras! Los obreros no esperan nada del Palacio Nacional, de las Cortes, de los republicanos. Lo esperan todo de la revolución social, del Partido Socialista” (16/9/1934).
Vean los panfletos pro-dictadura que el PSOE repartió el 16 de octubre del 34 por las calles de Oviedo: “Nuestra revolución sigue su marcha ascendente. Organizamos sobre la marcha el Ejército Rojo. En pie de Guerra, hermanos, el mundo nos observa. Rusia, la patria del proletariado, nos ayudará. ¡Viva la dictadura del proletariado!”.
El socialista Largo Caballero –tan admirado por Zapatero- explicaba así sus objetivos en Murcia: “Tenemos que recorrer un periodo de transición hacia el Socialismo integral, y ese periodo es la dictadura del proletariado […] ¡Templad el ánimo para la batalla! […] El solo hecho de que haya una mayoría burguesa en el Parlamento es una dictadura” (15/11/1933).
El PSOE tiene muchos años de historia, y es preciso leerla para comprender lo que le pasa al señor Rodríguez Zapatero por la cabeza. Odio, rencor y venganza. La II República fue sinónimo de violenta anarquía y laicismo extremo. Un desastre para el pueblo español que, sin quererlo, tuvo que presenciar un sinfín de asesinatos por las calles de las principales ciudades españolas. Y es que, antes de que Franco “comenzara la guerra”, el PSOE ya había iniciado no pocas batallas contra la Iglesia y las clases más pudientes.
Acabada la dictadura, llegó la Transición y una vez más se demostró que el propio Partido Comunista era mucho más moderado que el Partido Socialista Obrero Español. Los comunistas supieron pactar con la derecha temas esenciales para sacar al país adelante, al PSOE no le quedó otra opción que aceptar esos pactos a regañadientes.
Luego, con la llegada de Felipe González parecía que se habían calmado los ánimos. Pero ahora, con este inquilino en La Moncloa, el radicalismo de la izquierda en general parece que se acrecienta a medida que transcurren los días y la crispación interesada promovida por los nacional-socialistas ha hecho que muchos retrocedan al discurso cainita que ya se dio en la II República.
Escribo todo esto para introducir mi respuesta al artículo que apareció publicado en el pasado número del presunto Crisol: estaba firmado por el señor Julián Galindo y, por el título, yo creí que iba a explicarnos cuales eran los efectos secundarios del abuso de la viagra.
Existe una clarísima diferencia entre los conceptos amnistía y amnesia. Fonéticamente son muy similares, pero ni mucho menos significan lo mismo. La Historia en no pocas ocasiones nos obliga a pasar página: la amnistía para todos fue la clave principal de la ejemplar Transición española. Pero nunca debemos olvidar lo que pasó, conociendo el pasado nos aseguramos un futuro mejor: la amnesia colectiva y los intentos de manipulación de la historia sólo sirven para hurgar más en la herida. Perdonemos, sí, pasemos página, sí, pero no intenten ahora cambiarnos la historia inventando cuentos chinos. En fin, intentaré ser breve y esquemático. Señor Galindo:
PRIMERO. Debo decirle que nunca hubiera imaginado que un texto escrito con tan mala educación y de forma tan soez estuviera firmado por usted. Creo que Francisco Sempere Botella se merece una inmediata disculpa. Y no me estoy refiriendo en este punto ni al contenido de su artículo ni a ningún posicionamiento político de uno u otro lado. Sinceramente, opino que es imprescindible comportarse como personas civilizadas en todos los ámbitos de la vida. Para soltar exabruptos e insultar a los que opinan de manera diferente ya nos sobra con Joaquín Sabina o Pilar Bardem.
SEGUNDO. Dice usted que los que asaltaron la ermita de Torrellano fueron “un grupo de ignorantes llenos de vino hasta las cejas”.
¡Qué casualidad! Será una coincidencia: también quemaron la Basílica de Santa María de Elche, la Iglesia de San Juan del Raval y creo que el resto de ermitas de las pedanías ilicitanas.
Pero es imposible entrar en muchos detalles. Harían falta muchas páginas para enumerar todas las Catedrales, Iglesias, Conventos, hospitales, seminarios y colegios religiosos que fueron chamuscados o derruidos en esos días. Serían necesarios metros y metros de papel continuo para escribir la lista de los más de siete mil sacerdotes y monjas que fueron asesinados en toda España por negarse a apostatar de su fe cristiana.
Y según usted fueron, repito, “un grupo de ignorantes llenos de vino hasta las cejas”. Lo de ignorantes no lo pongo en duda. Lo de borrachos, en fin, al menos eran unos borrachos muy bien organizados. Consiguieron sembrar de muertos las calles de media España y lo hicieron en muy poco tiempo. Lo que me lleva a la conclusión de que no eran unos pocos borrachos, debieron ser muchos borrachos. Una bacanal de borrachos que celebraban sus fiestas quemando iglesias y violando monjas.
Vamos, que se lo pasaban en grande. ¿Qué bebían? ¿Vodka de su amada Rusia? Con que los que quemaron la ermita fueron unos borrachos. ¡Ay, ay, ay! Menudo intento de manipular la historia. No sabían lo que hacían, pobrecitos borrachos.
Calvo Sotelo explicó la situación de esta manera: “esculturas de Salzillo, magníficos retablos de Juan de Juanes, lienzos de Tiziano, tallas policromadas, obras que han sido declaradas monumentos nacionales, como la iglesia de Santa María de Elche, han ardido en medio del abandono, cuando no de la protección cómplice del gobierno”. La izquierda le contestó con gritos en la sala: “¡Para la falta que hacían!”.
“Un grupo de ignorantes llenos de vino hasta las cejas”. ¡Ja! También Azaña calificó de “tonterías” la oleada de incendios, pero Calvo Sotelo no dudó en reprocharle: “Nunca, señor Azaña, nunca se puede calificar así el incendio de un templo”.
Al igual que los primeros cristianos eran devorados por los leones mientras daban ejemplo de su fe, durante la II República los católicos españoles eran asesinados a manos de los sublevados contra la legalidad democrática y sus cuerpos se amontonaban en conventos, iglesias, plazas y calles. Pero la mayoría morían abrazados a su fe, sin dejarse dominar por los que se oponían a la libertad de pensamiento.
Como bien explica Pío Moa, “la presunción de una religiosidad formulista y hueca choca con la evidencia de las víctimas, que muy a menudo aceptaron el tormento y la muerte antes que renegar de sus creencias, y lo hicieron perdonando expresamente a sus asesinos. Los célebres versos de Claudel sobre los miles de mártires "y ninguna apostasía" parecen reflejar bastante bien la realidad. [...] A menudo se ofrecía a las víctimas salvarse a condición de que hicieran algún acto simbólico contra la religión, como pisotear un crucifijo, o blasfemar. Sea cual sea el punto de vista con que se trate el hecho, está claro que al menos para un sector amplio de los católicos su fe no era superficial”.
TERCERO. Según su escrito “¡aquellas personas no robaron nada!”. Pues menudo lugar elegían estos amigos borrachos para ir a correrse las juergas. Después de la fiesta ¿qué hacían, rezaban un rosario?
Pero, claro, tiene usted toda la razón. Lo de arrancar la campana de la ermita y arrastrarla por las calles de todo el pueblo no es robar. Su verdadera intención era sacarla en romería ¿verdad?
Según tengo entendido, y seguro que algún lector de la revista nos lo podría aclarar, no robaron nada porque ya no quedaba nada. Alguien (¿el alcalde?) avisó de lo que se estaba preparando y los vecinos consiguieron salvar lo que pudiera haber de valor.
CUARTO. Escribe que “en aquella época no podíamos expresar ni escribir nuestros pensamientos” y que “hoy que todo el mundo puede, a mi, todavía me da temor hacerlo”.
No tema, amigo Julián. Nadie va a entrar a quemar su casa, como hicieron con la ermita. Tampoco creo que ninguno se atreva a rasurarle la cabeza y arrastrarle por el suelo, como hicieron con la Purísima esos supuestos borrachos.
Libertad, libertad. Se les llena la boca hablando de libertad. Pues sepa usted que hoy no todos podemos escribir lo que pensamos. Sepa usted que en este presunto Crisol también se censuran artículos: míos ya van dos, y desconozco si han censurado a más personas. Le escribo estas letras sabiendo que no me las van a publicar –¿quizá sí? ¡será por lo del talante!-.
Sepa usted, señor Julián, que si para algo ha servido la publicación de su artículo ha sido para demostrar que, precisamente en el Crisol, no existe libertad de prensa sino todo lo contrario: sectarismo político interesado. ¿Cómo explica usted que el artículo suyo no sea censurado y los míos sí? ¿eso también es libertad? ¿acaso debería tener miedo?
QUINTO. Sobre el enterramiento de don Vicente Dimas a los pies de nuestra Patrona, la Purísima Concepción, creo que debería informarse un poco antes de juzgar tan a la ligera y hacer comentarios tan hirientes y poco afortunados. Quizá debiera leer el testamento del Padre Dimas, tan querido en Torrellano.
Además, señor Julián, bajo ningún concepto, pretenda autoproclamarse como portavoz del pueblo, y muchísimo menos, de la Parroquia. Torrellano ya tiene suficiente con soportar que la elección de su alcalde pedáneo se realice a dedo desde las ventanas del Ayuntamiento de Elche sin respetar los resultados de las urnas que los torrellanenses llenamos cada vez que hay elecciones. Sólo faltaba que aparecieran ahora nuevos caudillos pretendiendo representar nada más y nada menos que a los sentimientos de todo un pueblo.
Raúl Sempere Durá
Etiquetas: Libertad de expresión, Política