Campanas de Libertad

Honeste vivere, alterum non laedere, suum cuique tribuere.

31 diciembre 2006

Doce estrellas

Poco tiempo hace de aquel referéndum en que los ciudadanos europeos teníamos que votar sí o no al Proyecto de Constitución Europea y ya nadie se acuerda de ella. ¿Alguien sabe a dónde fue a parar aquel texto que –según decían- iba a cambiar a mejor la vida de los europeos? ¿Acaso no sirvió de nada? ¿No se aprobó? ¿Y para eso tanto rollo como se inventaron? Nos metieron Europa hasta en una lata de refresco, referéndum plus, ¿para qué tanto gasto? ¿para nada?

Bien parece que la clase política va andando por un camino y los ciudadanos por otro. La gente normal lo que queremos es vivir, ante todo que nuestros hijos puedan vivir bien y recibir una buena educación en libertad. Que no nos falte el trabajo, el sustento de nuestra familia. A los políticos… ¿qué les interesa a los políticos hoy? ¿queda algún político que mantenga el ideal de mejorar la vida de los ciudadanos? ¿persiguen los políticos las mismas metas que la gente que madrugamos todos los días para ir al trabajo?




Hubo un tiempo en que el proyecto de constituir la Unión Europea era verdaderamente ilusionante. Erasmo, Luís Vives, Montesquieu, Víctor Hugo, Jean Monet, Winston Churchill, Paul-Henri Spaak y Altiero Spinelli, entre otros, fueron algunos de los precursores que habían soñado con una Europa unida. Todos ellos -cada uno desde su ideología, desde su tiempo, desde su país de origen-, políticos y pensadores que perseguían un ideal estado de bienestar común a todos los vecinos miembros del Viejo Continente.

Pero, ¿quiénes fueron los principales artífices de la Unión Europea? Tres grandes hombres: Robert Schuman, Konrad Adenauer y Alcide De Gásperi. Nadie lo pone en duda: ellos fueron los tres verdaderos pilares sobre los que se creó la Europa que hoy conocemos. Cristianos, católicos, practicantes… los fundadores de Europa tenían como modelo a Jesucristo, el Hijo de Dios. Y sin embargo, la pretendida Constitución Europea no reconoce nuestras raíces cristianas. Ni siquiera las menciona en su preámbulo, ni de pasada. ¿Por qué?

Javier Muñoz y Carlos Uriarte nos hicieron notar que “los Padres de Europa entendían la política desde un Humanismo cristiano que concibe al hombre como centro de toda su actividad, […] fueron hombres que comprendieron perfectamente que la responsabilidad ante Dios y ante los hombres era una característica irrenunciable de su vocación cristiana. Schuman, hombre visionario como pocos ha habido en la historia más reciente de Europa, lanzó un reto que sigue vigente en la actualidad para todos los jóvenes […]. Su sueño de una Europa unida es la excusa, el medio perfecto, para espolear a las nuevas generaciones a comprometerse activamente en la construcción de una nueva sociedad fundada en los valores de la pax cristiana”. Así lo expresó Schuman: «que la idea de una Europa reconciliada, unida y fuerte sea, a partir de ahora, la consigna para las jóvenes generaciones deseosas de servir a una humanidad liberada del odio y del miedo, y que vuelve a aprender –tras largos desgarros– la fraternidad cristiana...».

Según Jorge Trías Sagnier, “parece ser que Robert Schuman, Konrad Adenauer y Alcide De Gásperi rezaron juntos en la catedral de Estrasburgo ante la imagen de la Virgen Inmaculada, coronada de doce estrellas, que está representada en una de sus vidrieras, justo antes de defender el proyecto de Tratado de la Comunidad ante el Consejo de Europa que, no es casualidad, fue aprobado el 8 de diciembre de 1955, festividad de la Inmaculada Concepción”.

Europa es cristiana desde hace dos mil años. El cristianismo es la base de nuestra cultura, de nuestras leyes, de nuestro arte, de nuestros pueblos, de nuestras instituciones...

En la Edad Media y todavía a principios del siglo XVI, antes de la rebelión de Lutero, se llamaba La Cristiandad a todo el territorio que ocupaban los distintos reinos cristianos: lo que es Europa. Hasta mucho después de descubrirse que había otros continentes al otro lado del charco se llamaba a Europa «Cristiandad», primero, y después «Occidente». Utilizando ambas denominaciones, también se la llamaba «Occidente Cristiano».

Sólo cuando la cristiandad se propagó a todo el mundo a través de los mares se comenzó a decir «Europa» ante la necesidad de separar el Antiguo Continente de otras partes de la tierra. La mismísima Enciclopedia Francesa recordaba que Europa era el faro del mundo debido a su cultura, su historia, su arte y, sobre todo, su religión: la Iglesia Católica fundada por Jesucristo.

Y ahora, de espaldas al pueblo, pretenden una Europa laicista. Pero no importa, aunque los políticos le den la espalda al Cristianismo, aunque su forma de actuar sea verdaderamente cristofóbica, siempre aparece en el cielo alguna señal de esperanza: la bandera oficial europea, doce estrellas sobre fondo azul.

La iluminada progresía española anda por ahí quitando cruces de las aulas, derribando estatuas, censurando artículos, prohibiendo villancicos y destruyendo belenes. Han decidido actuar así y son libres para hacerlo: que cada palo aguante su vela. Además, nadie nos podemos quejar, históricamente esa ha sido su forma de gobernar y ya la conocíamos.

Lo que no saben todavía estos titiriteros -les perdonamos su ilimitada ignorancia- es que cuando terminen con todos los crucifijos tendrán que emplearse en derribar los mástiles de todas las banderas europeas que ondean en su recién inaugurada república laicista de Ex-paña.

Y no es que nuestros gobernantes sean antieuropeístas, no. Dios me libre de ser yo quien les prohíba comer de ese pesebre en que se ha convertido Bruselas. Es que ahora resulta que en la bandera europea están representadas las doce estrellas que lucen en la Corona de la Inmaculada Concepción.

Así está escrito en el capítulo 12 del Apocalipsis: “una gran señal apareció en el cielo: una Mujer, vestida del sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza”.


Jorge Trías escribió: “La Virgen viviente, cuya bandera, azul y de doce estrellas doradas, es la más genuina representación de nuestro continente, de esta Europa que, asustada y alicaída, niega diariamente sus raíces cristianas, debatiéndose en una estéril disputa”.

Cuando se convocó el concurso en el que diseñadores de todo el mundo debían presentar sus ideas para la que iba a ser la bandera de la Unión Europea no eran doce los países y tampoco se sabía cuántos iban a ser; hay quien piensa que la bandera está compuesta de doce estrellas en referencia al número de países asociados durante algunos años y no es así.

Ganó el citado concurso el dibujante Arsène Heitz y, aunque en ese momento no dio ninguna explicación del origen de su diseño, sí lo aclaró con posterioridad: “Me han pedido que diseñe la bandera de Europa. Súbitamente, me ha surgido la idea de poner las doce estrellas de la Medalla Milagrosa de la Rue du Bac sobre fondo azul, el color de la Virgen Santa […] Inspirado por Dios, tuve la idea de hacer una bandera azul sobre la que destacaran las doce estrellas de la Inmaculada Concepción de la Rue du Bac”.

Efectivamente, la representación de la corona cerrada de doce estrellas sobre la cabeza de María que se puede contemplar en los vitrales de la ahora llamada Capilla de la Medalla Milagrosa, Dedicada al Sagrado Corazón de Jesús y Casa Madre de la Compañía de las Hijas de la Caridad está situada en el 140 de la Rue du Bac, en París, allí era donde solía ir Arsène Heitz a rezar todos los días.

“¿Quién es esa que se asoma como el alba, hermosa como la luna, brillante como el sol, terrible como escuadrones en orden de combate?” Es nuestra Purísima Concepción. Coronada por doce estrellas… por los doce apóstoles, por las doce tribus de Israel… Es nuestra bandera europea, la Madre de Dios nos representa en todo el mundo. “Ella es para los hombres un tesoro inagotable; los que lo alcanzan consiguen la amistad de Dios, pues les recomienda el don de su enseñanza”.

Menudo trabajo le ha salido ahora a este gobierno. En su radical labor laicista, cuando terminen de quitar todos los Crucifijos de los colegios tendrán que empezar a quitar banderas europeas.

¿Acabarán también con las cruces de las farmacias? ¿Quién sabe? Cualquier viernes nos despertamos con un decretazo más y las convierten en asteriscos por orden ministerial.



Raúl Sempere Durá · diciembre de 2006



Artículo publicado en Debate 21 , en Periodismo Católico y en Valencia Liberal.

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01 diciembre 2006

Presunto crisol

Carta abierta a Fermín Valero, editor de la revista El Crisol.

Lo primero es pedirte disculpas si en algún momento te he podido ofender. Lo que hay entre tu y yo no se puede llamar amistad, no lo es. Tú tienes tus amigos y yo tengo mis amigos. Lo nuestro no es amistad en el sentido mas profundo del término, pero en ningún caso quisiera que se perdiera lo que hay. Por poco que sea, no quisiera que en ningún momento surgiera enemistad entre nosotros por una discusión política que en realidad en nada nos afecta en nuestra vida cotidiana y familiar.

Así que Fermín: perdón si te he ofendido, no era mi intención, no es mi intención.

En segundo lugar, Fermín, quería también disculparme por hacerte perder el tiempo. Terminas tu mail con un grosero "voy a seguir trabajando" que me hace pensar que incluso con esta carta te estoy molestando. No es mi intención, aunque sí tengo la impresión de que mis artículos van contra lo políticamente correcto y muchos preferirían que estuviera callado. Realmente eso a mí no me preocupa: ya en La Voz de la Villa hubo quién pretendió callarme y tampoco me importó... incluso alguien me llegó a decir en el Café de la Plaza que el fin de la Voz de la Villa había sido por mi culpa. No me importó. La libertad de expresión debe permitir a todos la libre opinión: yo puedo expresar mi opinión sobre cualquier tema, la democracia permite -o debería- el diálogo entre personas civilizadas y no tiene porqué ser motivo de conflicto...

Ya me he enrollado, a lo que iba: si te molesto lo tenías que haber dicho antes. Si te molestan mis artículos me lo dices y no te vuelvo a enviar ninguno. Y no pasa nada. Nada de nada. Todo antes de que esto acabe en enemistad. Repito: el diálogo, las diferencias de opinión no deberían acabar en enemistad en una democracia consolidada en la libertad, pero, si molesto, de verdad, lo dices y asunto zanjado.

En ningún momento pensé que esto fuera a llegar hasta estos límites. Quizá tu definición de Crisol en el nº 1 de la revista me hizo ver cosas que no eran. Desde el primer número pensé que algo había cambiado. Fermín, no me escondo de decírtelo, me ilusioné mucho con la nueva revista. Pensé que de verdad iba a ser un medio para que el campo de Elche expresara sus opiniones, se quejara de sus problemas e intentara buscar soluciones a todo, desde el picudo de las palmeras hasta el hambre en el mundo. Todo cabía en la ilusión que yo me formaba cuando leía los primeros números.

Pero, Fermín, algo ha cambiado. De nuevo te digo: no quiero que nada de esto te moleste, pero estoy profundamente desilusionado con tu proyecto. Yo ya sabía cual era tu inclinación y amistades políticas, se nota a la legua. Pero para mí decía mucho y bueno de ti que publicaras mis artículos. No me importaba aparecer como colaborador en una publicación de marcado carácter progresista cuyo editor en ocasiones ridiculizaba a creyentes, se mofaba de las oraciones o hablaba de la Iglesia como un negocio. Todo eso no me importaba. Llegaste a escribir que estabas preocupado por el fundamentalismo que llenaba las iglesias. Fermín, todo eso me daba igual: tu opinas así y yo todo lo contrario. ¿Y qué? No pasa nada. Sin problemas. Así debería ser. El señor Escolano y el amigo Jaime escribieron su opinión contra la Iglesia y yo les contesté. Otros escribieron en defensa del matrimonio gay y yo les argumenté mi opinión contraria.

Eso es la libertad de expresión, y yo la celebro ayudando a que en tus páginas haya diversidad de criterios.

Fermín, sin mis opiniones políticas, tu Crisol y tu D'elx son meros instrumentos del PSOE de Elche. Tu línea editorial no es otra que la de la izquierda. Eso no es libertad de expresión, ni crisol, ni talante. No intentes disfrazar de amor y concordia lo que en realidad es seguidismo político.

Acabo de leer en nº2 D'elx. Permíteme Fermín: ni una frase en defensa de la educación concertada, ni una palabra de apoyo a la asignatura de religión, ni una línea en contra de la asignatura de Educación para la Ciudadanía. 9 páginas de Dossier en el que tú mismo te posicionas en un sentido bien claro, 3 páginas de entrevista a una señora socialista, 4 páginas de entrevista a un señor socialista, 2 páginas de publicidad pagada por el ayuntamiento socialista de Elche... Frases como "Ratzinger vino a Valencia y se fue con la misma cara de ratachupandounlimón que traía" (de José Luis Más); "Los del PP de Elche se han liado a ostias" (del mismo). "Leticia Ortiz 'la trepadora' ha empezado su función procreadora" (del mismo); "La religión, no cabe ninguna duda, debe enseñarse en las iglesias y los profesores para ello son los curas" (de Pedro Ruiz); "desde la Iglesia se está creando un estado de miedo y confusión. La Iglesia ha comenzado a decir que la familia se desmiembra porque no se atiene a los valores católicos" (de Federico Buyolo); "Lo que parece es que cada vez va cobrando la idea de que las religiones se den en sus lugares naturales de culto..." (de Fermín Valero); "Todos los que apoyan las clases de religión se agarran a la cuestión de que la pérdida de valores se puede recuperar a través de la religión católica, sólo entonces estaremos salvados. ¿Cómo van a recoger la clientela para las iglesias si no es a través de la educación?" (de Elías Quiles).

Fermín, no me digas que yo hago política. ¿Acaso tú no la haces? Lo siento, comprendo tus razones, pero no te creo. Los hechos demuestran lo contrario.

Me has dicho y escrito en diferentes ocasiones que tú no haces política y yo sí la hago; y precisamente esa es tu excusa para censurar mis artículos. Me hablas de que "la revista El Crisol necesita mantenerse al margen del día a día de la política", dices que "la política es cosa de políticos" y que siempre intentas mantenerte lo más neutral posible". Lo siento, Fermín, pero no te creo.

Ya van 26 números de la revista El Crisol: has dedicado muchas fotografías de portada y extensas entrevistas a concejales socialistas de Elche. Todas ellas repletas de alabanzas y sin ninguna crítica a su labor y, por supuesto, con contenido político; son políticos. También has publicado una entrevista con fotografía a toda página al señor Meseguer, presidente del PSOE en El Altet. Y para colmo de los colmos me dices que cobras dinero por esas entrevistas ¿dinero que te paga el Ayuntamiento socialista de Elche? No, tú no haces política: vendes política.

Todavía lo estoy digiriendo: me dijiste que cobras por las entrevistas a los concejales socialistas de Elche. Supongo que también cobras en cada número publicado las 2 ó 3 páginas completas de publicidad del Ayuntamiento socialista de Elche. Supongo que también has recibido algún tipo de subvención del Ayuntamiento por la edición de la fabulosa Guía Gastronómica del Campo de Elche –ya te felicité por ella-. También insertas publicidad del Ayuntamiento en la nueva revista que sacas cada dos meses en Elche, y la cobras, claro.

No lo podía ni imaginar. Me parece escandaloso. Cobras las entrevistas.

Fermín, no soy yo nadie para decirte qué tienes que publicar y qué no tienes que publicar. Comprendo tus razones, tú mismo me lo has dicho: “yo como de eso”. No quiero que te disgustes, pero tienes que comprender que lo que estás haciendo no está nada bien, no es ético. Todos creíamos que estábamos leyendo entrevistas a nuestros concejales, algo sesgadas, pero entrevistas. Ahora sabemos la verdad, no son entrevistas sino publirreportajes. Estás engañando a la gente, Fermín.

Dices que no haces política: Fermín, ¿podrías decirme cuántas veces has mencionado -sólo mencionado- al PP de Elche en esos 26 números de El Crisol? Es muy fácil, tú y yo tenemos todos los números guardados: sólo hay que repasarlos y contar. Creo que en estos cuatro años ni los has nombrado: para el editor de El Crisol no existe el PP de Elche –ojo, no digo yo que se merezcan existir, pero eso es otro tema-.

Dices que yo hago política. Lo que ocurre es que yo explico las cosas con nombres propios y apellidos, con pelos y señales –y además gratis-. Porque todos, incluidos los políticos y los periodistas, somos responsables de nuestros actos, incluso de nuestras opiniones.

Fermín, cuando yo escribí mi artículo “Talante talante” en defensa de la Iglesia Católica y de la labor humanitaria que realiza en todo el mundo, la revista El Crisol ya había atacado a esta institución bimilineria en diferentes números: tú mismo, en el artículo titulado “Las mentiras del hombre” hablas del “desgastado Dios judío y cristiano” y de los creyentes como si fuéramos imbéciles por tener fe; llegas a decir que Dios es una mentira inventada para vivir dentro de ella.

En la página 57 del número 9 escribiste que la creencia o fe en la justicia de Dios “es una absoluta estupidez”. Sí Fermín, somos muchos los estúpidos.

También en tu editorial del número 15 –página 3- hablas de la Iglesia como si se tratara de un negocio y dices estar “bastante preocupado” por el fundamentalismo que llena las iglesias de fieles todos los domingos –no te preocupa que el PSOE ataque diariamente a los creyentes sino que estos vayan a misa-.

Dos meses después, en la sección de Noticias del número 16, permites que el señor Escolano, Secretario de Organización del PSOE de El Altet, escriba en tono despectivo sobre “la cartera y los privilegios de los curas” en referencia a las medidas laicistas adoptadas por su presidente Zapatero.

Sólo después de estas cuatro ocasiones me decidí a contestar de frente con el artículo “Talante talante”. Pero claro, yo hago política, tú no.

Fermín, yo defiendo mis ideas, y tú las tuyas. Sé que mi estilo es directo, quizá demasiado, pero prefiero ir con la verdad y de frente a tener que andar escondiéndome o dando rodeos innecesarios.

En las páginas 68 y 69 de El Crisol número 21 escribes un artículo socio-político titulado “La riqueza de los pobres” en el que expones de una forma muy particular la historia económica de la situación de las diferentes clases sociales con una visión totalmente marxista de las relaciones obrero-patrón, pobre-rico, amo-esclavo, proletariado-capitalista.

Fermín, tú también hablas de política. En la página 3 del número 17 editorializas sobre la invasión del neoliberalismo y la pérdida del capital negociador del trabajador. Hablas de clases sociales y de sistemas de producción, hablas de política.

En la página 62 del número 12 se critica duramente a Bush por la guerra de Irak y se le responsabiliza directamente de torturas, vejaciones, humillaciones y sodomías. ¿Eso no es política tampoco?

En El Crisol número 24 –páginas 18 y 19- escribes sobre el neoliberalismo norteamericano y dices que es el nuevo “opio del pueblo”. Citas a Marx, hablas sobre Bush y sus guerras en Irak y Afganistán, de los intereses de las multinacionales, de la maquinaria propagandística norteamericana, de cotas de poder, etc. Política.

Me escribes, Fermín, “el Crisol no es la revista para ese tipo de mensajes, al menos yo no quiero que lo sea”. Y yo te pregunto ¿qué tipo de mensajes son los que marcan tu línea editorial? ¿Acaso tu línea editorial es la de la página 68 del número 22? Se trata de tu artículo “el hombre idiota” y repartes insultos a diestro y siniestro: miedosos de mierda, capullos, jilipollas, soplagaitas, imbéciles, guerrero cojonero y fálico, jodidas reencarnaciones, cabezas llenas de porquería, idiotas.

Y tú me dices a mí que no puedo escribir en El Crisol que Zapatero es masón y que su abuelo también lo era. ¿Por qué? El historiador Ricardo de la Cierva lo aseguró en una entrevista y retó a Zapatero a que lo desmintiera y le denunciara por injurias. Otros investigadores también lo han confirmado. El padre de Zapatero sigue asistiendo todavía hoy a “tertulias” semanales en el mismo lugar de León en donde su padre –el abuelo de ZP- fundó su logia masónica. El mismo José Luís Rodríguez Zapatero acudió allí justo tres días antes de aprobar en consejo de ministros la tan cacareada ley de memoria histórica.

Fermín, tú puedes insultar a los que creemos en la política, a los que creemos en Dios, en definitiva a los que creemos en lo que tú no crees. Y yo no puedo mencionar a los partidos políticos reales que día a día legislan sobre los ciudadanos y en ocasiones contra ellos. ¿Por qué? ¿A quién estás defendiendo?

En la página 55 del número 14 escribiste que “La moral es un estorbo”, que los débiles necesitamos de ella. Llegas incluso a sentenciar: “el principio más sagrado es no matarás. Habrase visto mayor imbecilidad”. Los que creemos en el “no matarás” ¿somos imbéciles? ¿Qué moral es un estorbo Fermín? ¿De qué vas?

En el número 21 –página 24- apareció un artículo de Jaime Sánchez titulado “Amenazas” en que se faltaba el respeto a la Iglesia, sacerdotes y creyentes. En el mencionado artículo se llegaban a justificar las agresiones del Gobierno de Zapatero a la libertad religiosa argumentando que la Iglesia en el pasado había hecho lo mismo. Según este colaborador la Iglesia tiene la culpa hasta del SIDA en el mundo.

En la sección de Noticias del número 17 –página 9- nos regalas una noticia sobre “Una nueva asignatura en las escuelas”. Escribes sobre el filósofo de izquierdas Jürgen Habermas, sobre democracia, sobre PP y PSOE, sobre los nacionalismos, sobre la laicidad del estado… Y dices que la nueva asignatura motivará y aportará a los jóvenes una noción de los valores fundamentales. ¿Qué valores Fermín? ¿Los de qué partido o logia masónica?

En la página 3 del número 19 te lamentas de que no se cumpla “el sueño” del Instituto de Tecnología Biomédica que iba a dirigir el profesor Bernat Soria en la Universidad de Elche. Hasta eso es política, Fermín. En ese instituto –ahora en Andalucía- se experimenta con embriones humanos vivos. Y tú te has posicionado a favor en un editorial. El profesor Bernat Soria no ha conseguido nunca curar ni un resfriado con células madre embrionarias. Sólo con células madre adultas –de médula ósea, de cordón umbilical- se está avanzando y no precisamente en ese instituto. Pero destripando embriones no se ha conseguido nada todavía.

Cuando escribí el artículo “La familia sí importa” en defensa de la verdadera familia natural y en contra de la equiparación de las parejas de homosexuales al matrimonio, en el número 19 de El Crisol ya habían aparecido dos artículos en los que se defendía el matrimonio gay y se hablaba de “los señores de la sotana” en tono despectivo: uno de Conchi Izquierdo y otro de Gabriel Carrión. Yo escribí en respuesta a ellos.

Cuando me decidí a enviarte “Expaña, Europe”, todos los medios de comunicación hablaban –y hablan- de la nueva situación creada por el señor Zapatero. A favor o en contra, pero en todas partes se habla de la deriva nacionalista que está tomando este gobierno. ¿En El Crisol no se puede? ¿Por qué?

En cuanto a la memoria histórica es bueno tenerla. Pero memoria histórica, de toda la historia. Si en El Crisol se puede escribir sobre el pasado, debería ser del pasado de todos y no sólo de unos pocos. Decir que el comunismo ha sido la ideología más sangrienta y genocida del siglo XX no es hablar de política Fermín, es escribir sobre la realidad, eso es memoria histórica: sólo Santiago Carrillo mató a 5.000 seres humanos en Paracuellos del Jarama –y porque no había más-.

En la página 3 del primer número de El Crisol identificas a la nueva revista con el significado de su nombre: recipiente donde se mezclan metales de varias calidades y procedencias. A mí me encantó cuando lo leí. Y estoy muy contento por que hasta ahora haya sido así. Siempre me has publicado mis escritos y es de bien nacido ser agradecido.

Pero ¡qué desengaño! Recuerdo algunas de tus respuestas a mis artículos…

“Tengo que decirte que me alegra mucho tu artículo. En el fondo siempre he pensado que la gente esta algo dormida y que ya nada afecta a nadie, de que todo el mundo con la excusa de pasar desapercibido, termina en realidad por no tener juicio sobre la sociedad que le rodea. Cuando he leído tu artículo, donde he comprobado que estas muy bien enterado de lo que sucede y que además eres capaz de decirlo abiertamente, no tengo por menos que decirte que me alegra mucho. Lo que más me gusta es que la gente defienda lo que cree y lo argumente y luego de la cara por ello. Eso escasea en nuestros días, más cuando uno lo hace de una forma gratuita, sin buscar nada más que la posibilidad de expresarse. ¿Piensas acaso que no fuese a publicar tu artículo? Yo tengo mis ideas, pero El Crisol (como su propia palabra indica) lleva implícito la total libertad de expresión y además si tuviese que elegir entre la forma o el contenido, siempre elegiría el contenido” (Fermín Valero, 11 de marzo de 2005).

“Lo mío no es hacer política. Sabes que la revista El Crisol puede pecar de todo lo pecable, pero en la medida en que pueda, me gustaría que todo el mundo pudiese expresarse libremente y exponer sus puntos de vista. El Crisol debe ser un reflejo de la sociedad y el artículo tuyo refleja muy bien una parte importante de ella. Escribir siempre ha sido cosa de valientes y gente como tu hace mucha falta, no para que defienda a la Iglesia o ponga en duda el valor del matrimonio gay, sino para que defienda la libertad que debe estar por encima de cualquier devenir político actual o futuro” (Fermín Valero, 22 de enero de 2006).

“No te puedo decir nada más que no sea lo que te he dicho en otras ocasiones: me parece excepcionalmente importante que la gente defienda lo que cree que es la verdad. Escasea mucho hoy en día hablar a pecho descubierto” (Fermín Valero, 1 de junio de 2006).

Palabras ahora vacías de contenido. Está visto que ya no es así. Veo que el dinero al que tú mismo criticas en algunos de tus escritos se ha convertido en el eje que mueve la revista. En fin, “es la cultura del dinero, en palabras bíblicas, nos hemos vendido al becerro de oro y siguiendo esa misma línea, tarde o temprano, nos llegará el castigo. Lo único que dignifica a los hombres son sus ideas, su cultura y su trabajo, y las tres están francamente por los suelos” –esta frase es tuya-.

Lo siento Fermín. No puedo seguir colaborando en algo así. Yo no me vendo. Ya puedes quitar mi nombre del listado de colaboradores de la revista, no quiero seguir siendo cómplice de una farsa.

Y tan amigos. Que tú comes de ello y los negocios no se deben mezclar con la amistad.

Dices que mi “mensaje últimamente es marcadamente político y en un tono que no me gusta y he decidido, como dice la editorial de la revista, reservarme la opción de no publicarlo”. Pues no lo publiques, no pasa nada. ¿Qué tendría que pasar? Una preguntita: ¿cuál es el tono de tu mensaje Fermín?

Consideras que mi artículo es “un absoluto despropósito y fuera de lugar, además de una vulgar demagogia y un ataque personal cuando no entiendo muy bien tus razones para que me pongas a mí en la diana”. Yo no he puesto a nadie en ninguna diana. Talante, Fermín. Se trata de respetar opiniones. Libertad de expresión, Fermín. Consiste en dejar opinar a la gente sin pretender orientar parcialmente a los lectores y a los colaboradores con el pensamiento único que marca el partido.

Sólo hay un problema: tú me puedes censurar a mí pero yo no te puedo censurar a ti. Aunque eso me lleva a una conclusión: tú directamente me censuras, mientras que yo intentaría rebatir tus argumentos con una carta.

Y te repito una vez más que no quiero que te molestes, esto no es nada personal. Comprendo de verdad tus razones y es mi deber y obligación respetar tu libertad. Has elegido servir a una determinada casta política y es tu decisión. No soy yo quien para juzgarte. Los hombres arreglan sus diferencias hablando, dialogando, expresando sus razones, sus opiniones, sus sentimientos. Y creo que en esta carta te he demostrado de una manera suficientemente ilustrativa, que no soy yo el que tengo nada contra ti. Tú mismo has elegido una línea editorial bien clara y pretendes disfrazarla de libertad de expresión. Y yo tengo que comprenderlo y respetar tu negocio.

Después de todo lo que tú has escrito en la revista, y aunque sólo sea por decencia, no puedes afirmar eso de “yo no trato de censurar a nadie, sólo quiero decir que El Crisol no es la revista para ese tipo de mensajes”, y quedarte tan ancho. Fermín, eso se llama censura. Disfrázalo de lo que quieras, pero eso se llama censura.

Pero si tú mismo te delatas cuando te refieres a tu primera censura: “por no mencionar la cantidad de gente que ha leído el artículo de la Cruz que te has encargado de mostrárselo al primero que ha pasado por tu lado”. Pero vamos a ver, Fermín, ¿acaso piensas que tienes poder para llegar a prohibirme que yo enseñe un artículo escrito y firmado por mí a quien a mi me dé la real gana? ¿acaso quisieras tener ese poder? ¿quién te has creído que eres? El artículo sobre La Cruz lo escribí yo –tú sólo lo censuraste-, y se lo puedo enseñar a quien me salga de los mismísimos. Así funciona la libertad.

Si es que… libertad de expresión, se llama libertad de expresión. No la aceptas en tu revista y pretendes quitármela también en la calle.

Sé coherente, Fermín. Si mis artículos no valen para tu Crisol, ¿por qué los tuyos y los de otros sí valen?

“Por lo que respecta a El Crisol –me escribes- tengo que decir que nunca he censurado a nadie y nunca he dejado de poner ningún artículo de los que me han traído incluidos los tuyos”. Pues para no haber censurado nunca a nadie, a mí ya me has rechazado dos. Se me ocurre –y no soy yo muy futbolero- que el marcador de la vergüenza podría ser el siguiente: Censura 2 – Libertad 0. Veamos cómo queda al final del partido.

A partir de ahora -como siempre he hecho- cada vez que escriba un artículo te lo voy a enviar por correo electrónico. Pero por favor, borra mi nombre de tu presunto crisol. Si publicas alguno de los artículos que te mande –no sé ni cómo me quedan ganas visto lo visto-, mi nombre aparecerá únicamente en mi artículo. Así no apareceré en la lista de colaboradores de la revista.

Si, en cambio, decides no publicar ningún artículo que te llegue con mi firma me lo dices y tan amigos. Así de fácil: “Raúl, no me envíes nada más, no te lo voy a publicar”. Y no pasa nada. El tiempo todo lo cura y la vergüenza que estoy sintiendo ahora mismo en realidad no es mía, es ajena.

La verdad, no me esperaba una salida de tono así. Me dices que te has “planteado el no publicar” en tu revista la publicidad de la empresa en la que yo trabajo. Pero ¿en qué mundo vivimos? ¿qué puñetas tendrá que ver mi opinión o la tuya con un anuncio publicitario de frutas? ¿pero de qué vas tío? Estás perdiendo los papeles ¿no? Estoy alucinado, pero si esa es la solución, pues nada, menuda excusa me has dado: no vuelvas a insertar nuestra publicidad en tu panfleto nunca más.

Las cosas claras, el chocolate espeso, Fermín. La libertad de expresión no nos la puede quitar ni Dios –Él fue el que creo libre a toda la humanidad, no tendría sentido que ahora nos la quitara-. Así que, Fermín, tú tampoco. Y tú mucho menos.


Raúl Sempere Durá · noviembre de 2006
Artículo publicado en Debate 21.

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